Tengo cuarenta y tres años y desde que soy un niño he oído siempre las dos siguientes afirmaciones, de forma inequívoca, repetida, y fatalista:
-El día que los chinos despierten van a
conquistar el mundo. ¡El día que los chinos despierten!
-La Tercera Guerra Mundial será una guerra
química y bacteriológica.
Bingo. Si usted también ha oído algo
parecido a esto, y acepta y asocia ambas premisas, entonces ya no hay nada más
que hablar ni que debatir. Pero tenga usted cuidado: le van a llamar “negacionista”.
Hábilmente, los políticos y los medios de
comunicación se están empeñando en presentar a los “negacionistas” como unos
locos desarrapados, paranoicos, terraplanistas, de extrema derecha o de extrema
izquierda, que afirman haber visto OVNIS en su juventud y que Bill Gates es
reptiliano. Insisto: qué curiosa coincidencia es la de que todos los medios de
cualquier signo político, todos sin excepción, nos están diciendo que los
“negacionistas” están muy locos y que son un peligro público. Y, en efecto, los
medios tienen razón: los “negacionistas” que salen por la tele son un peligro…
¡porque ellos no son los verdaderos “negacionistas”!
Los verdaderos negacionistas, como usted y
como yo, no negamos la existencia del COVID-19. ¡Lo que negamos es la versión
oficial sobre el COVID-19! El virus existe, se propaga rápidamente, es potente,
es desconocido, es mortal. Todo eso es cierto, evidentemente. Pero la versión
oficial ha cometido un error, y es que a la pandemia le está llamando “guerra”.
Habrán escuchado ustedes cosas como: “estamos luchando en una guerra”, “esta
guerra la vamos a vencer”, “en esta guerra tenemos un poderoso enemigo”,
etcétera. Y es en esta última frase donde cometen el error, al hacernos creer
que el COVID-19 es el enemigo, cuando realmente el COVID-19 es el arma.
En efecto, estamos en guerra:
-Tenemos el arma: el COVID-19.
-Hemos sufrido el ataque en Europa desde
el mes de enero más o menos.
-Hemos estado encerrados en nuestros
búnkeres para resistir el bombardeo.
-Hemos sufrido muchas bajas entre la
población civil.
-Hemos resistido el bombardeo, y hemos ido
saliendo poco a poco a comprobar los destrozos económicos y sociales.
-Hemos planificado y desarrollado una
estrategia de defensa y protección relativamente eficaz.
-Tenemos por delante la dolorosa
reconstrucción después de la guerra.
Tan sólo queda por identificar el “enemigo”
de esta guerra. La propia versión oficial sobre el COVID-19 nos pone en bandeja
nuestras propias conclusiones sobre quién es el “enemigo”, un “enemigo” que ha
llegado a decir que el virus se escapó “por descuido”. ¿Por descuido? Ya…
Todo
esto es la versión oficial, los negacionistas como usted y como yo no nos
estamos inventando nada, no estamos incitando al odio ni a la represalia. No
obstante, habrá mucha gente que nos tache de locos terraplanistas y
mileranistas. Vale. Les voy a hacer la siguiente pregunta:
-¿Ustedes creen que todo esto es casual?
Si su respuesta es:
-Bueno, yo creo que algo hay detrás de
todo esto…
entonces usted también es un negacionista
(no me lo niegue) porque está usted negando la versión oficial y su famoso
titular: “el virus era impredecible y se propagó por descuido”.
Bien es cierto que la humanidad siempre ha
sufrido pandemias, epidemias, enfermedades, plagas, etcétera… Pero, por la
misma regla de tres, también hemos visto a lo largo de los siglos a mucha gente
con poder manipulando la información, sometiendo a la población a base de
mentiras, a base de miedo. Nuestros tiempos no son una excepción a esto último,
y cuesta creer que en nuestros tiempos una pandemia sea igual de impredecible e
incontrolable que en 1920, y que en 1820, y que en 1720, y en tiempos del
Imperio Romano. Se está hablando mucho de la pandemia de 1920, con el argumento
de que, como ya hubo una pandemia hace cien años, pues, claro, es normal que
ahora se produzca otra. Pero la peste de 1920 vino precedida de la Primera
Guerra Mundial, la cual dejó unas lamentables condiciones de vida y una deficiente
situación sanitaria en gran parte de Europa, lo que provocó la rápida expansión
de todo tipo de enfermedades. Estamos en el año 2020 y nuestros saludables
Estados del Bienestar deberían haber impedido cualquier tipo de enfermedad
masiva, incluidas aquéllas que surgen “por descuido”.
Y, en este punto, con la ciencia hemos
topado. Los negacionistas de verdad, como usted y como yo, no negamos la
ciencia, faltaría más. Lo que negamos es “La Ciencia”, con mayúsculas y
entrecomillada, esa “Ciencia” con la que se llenan la boca algunas autoridades
sanitarias. Hay gente con la cara más dura que el hormigón armado, y luego está
el presidente de la OMS, que tiene otro nivel de cara dura. Al Dr. Tedros
Adhanom Ghebreyesus le hemos oído decir lo siguiente, siempre sentado en su
silla tribunicia y con un relajante fondo azul celeste:
“Ésta es una terrible pandemia que afecta
a toda la humanidad”.
“El uso de mascarillas es recomendable”.
“El uso de mascarillas es obligatorio”.
“Los efectos del COVID-19 serán devastadores.
Tenemos que estar preparados”.
“No habrá solución hasta que tengamos
vacuna”.
“Hay que lavarse bien las manos”
Y no sigo. Por cierto, yo ya me lavaba
bien las manos antes de todo esto.
Los negacionistas como usted y como yo no
negamos las evidencias científicas, evidentemente: se ha creado un virus
mortal, que provoca una neumonía mortal, que se propaga de forma aún no bien
conocida, y para el que aún no existe vacuna. Punto. La población debe utilizar
mascarillas homologadas y limpias, debe evitar contacto físico, debe guardar
distancia interpersonal, y debe evitar reuniones y aglomeraciones. Punto.
Sin embargo, tanto el Dr. Tedros
Adhanom Ghebreyesus como todos los medios de comunicación, todos sin excepción,
se empeñan diariamente en mostrarnos “Las Evidencias Científicas”, una y otra
vez, una y otra vez, y para eso recurren a todas horas a todo tipo de
epidemiólogos, virólogos, neumólogos, expertos, profesores de universidades,
periodistas especializados, escritores del establishment,
analistas políticos, tertulianos, chamanes, bruxas, santeiros, echadoras de
cartas, y decidoras de verdad. No hacen falta tantas alforjas: “Las Evidencias
Científicas” ya están más que claras, no insistan. Excusatio non petita… Lamentablemente, estarán ustedes de acuerdo
conmigo en que “La Ciencia” también se puede manipular por sinvergüenzas como
el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus & Friends, quienes han convertido “La
Ciencia” en algo capaz de afirmar una cosa hoy y la contraria mañana.
Estamos ante una de crisis de
credibilidad. Nadie ni nada tiene credibilidad actualmente. Los políticos, los
medios de comunicación, y los periodistas de la legua, se han ganado a pulso
que los negacionistas de verdad como usted y como yo, no nos creamos
absolutamente nada de lo que dicen. Y es debido a esa ausencia diaria de
credibilidad y a ese alarmismo en busca de audiencia televisiva, por lo que han
surgido todo tipo de negacionistas, y, a su vez, gente que niega a los
negacionistas y se convierten también en negacionistas, y así sucesivamente. No
lo olvide: usted puede ser un negacionista sin saberlo. Un negacionista del
negacionismo.
Los negacionistas de verdad, como usted y
como yo, somos unos ciudadanos obedientes, pasamos desapercibidos, no queremos
líos. Si acaso, somos un poco rebeldes, un poco malditos. Ahora bien, todo
tiene su límite: los negacionistas de verdad, como usted y como yo, nos negamos
a repetir como loros las consignas que vomitan incesantemente los medios de
comunicación y los políticos; nos negamos a creer que la OMS sirve para algo;
nos negamos a creer las cifras diarias de muertos y contagiados; nos negamos a
que nos insulten y a que nos llamen pesados, paranoicos, y “conspiranoicos”;
nos negamos a considerar que las mascarillas han venido para quedarse y que ya
son un complemento de ropa más, como una bufanda o una corbata o un pañuelo o
una pulsera. Pero, sobre todo, nos negamos a saludarnos hoy con el codo, mañana
con el puño en el corazón, y pasado mañana juntando las yemas de los dedos e
inclinando la cabeza con sumisión.
Al principio vinieron a por los ancianos y
a por los más débiles, pero como yo no era anciano ni débil no me preocupé.
Después vinieron a por los jóvenes y adolescentes, pero como yo no era joven ni
adolescente no me preocupé. Posteriormente vinieron a por los niños en sus
colegios, pero como yo no era niño no me preocupé. Al final vinieron a por los sanos
llamándoles “asintomáticos”, pero como yo no era “asintomático” no me preocupé.
No, no se trata de una conspiración, qué va... Pero cuando vengáis a por mí, aquí os espero.
Por lo que a mí respecta, todo obedece a un oscuro mundo de intereses creados.
ResponderEliminarInteresante artículo.
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