lunes, 14 de septiembre de 2020

NEGACIONISTAS DEL NEGACIONISMO

     Tengo cuarenta y tres años y desde que soy un niño he oído siempre las dos siguientes afirmaciones, de forma inequívoca, repetida, y fatalista:

     -El día que los chinos despierten van a conquistar el mundo. ¡El día que los chinos despierten!

     -La Tercera Guerra Mundial será una guerra química y bacteriológica.

     Bingo. Si usted también ha oído algo parecido a esto, y acepta y asocia ambas premisas, entonces ya no hay nada más que hablar ni que debatir. Pero tenga usted cuidado: le van a llamar “negacionista”.

     Hábilmente, los políticos y los medios de comunicación se están empeñando en presentar a los “negacionistas” como unos locos desarrapados, paranoicos, terraplanistas, de extrema derecha o de extrema izquierda, que afirman haber visto OVNIS en su juventud y que Bill Gates es reptiliano. Insisto: qué curiosa coincidencia es la de que todos los medios de cualquier signo político, todos sin excepción, nos están diciendo que los “negacionistas” están muy locos y que son un peligro público. Y, en efecto, los medios tienen razón: los “negacionistas” que salen por la tele son un peligro… ¡porque ellos no son los verdaderos “negacionistas”!

     Los verdaderos negacionistas, como usted y como yo, no negamos la existencia del COVID-19. ¡Lo que negamos es la versión oficial sobre el COVID-19! El virus existe, se propaga rápidamente, es potente, es desconocido, es mortal. Todo eso es cierto, evidentemente. Pero la versión oficial ha cometido un error, y es que a la pandemia le está llamando “guerra”. Habrán escuchado ustedes cosas como: “estamos luchando en una guerra”, “esta guerra la vamos a vencer”, “en esta guerra tenemos un poderoso enemigo”, etcétera. Y es en esta última frase donde cometen el error, al hacernos creer que el COVID-19 es el enemigo, cuando realmente el COVID-19 es el arma.

     En efecto, estamos en guerra:

     -Tenemos el arma: el COVID-19.

     -Hemos sufrido el ataque en Europa desde el mes de enero más o menos.

     -Hemos estado encerrados en nuestros búnkeres para resistir el bombardeo.

     -Hemos sufrido muchas bajas entre la población civil.

     -Hemos resistido el bombardeo, y hemos ido saliendo poco a poco a comprobar los destrozos económicos y sociales.

     -Hemos planificado y desarrollado una estrategia de defensa y protección relativamente eficaz.

     -Tenemos por delante la dolorosa reconstrucción después de la guerra.

     Tan sólo queda por identificar el “enemigo” de esta guerra. La propia versión oficial sobre el COVID-19 nos pone en bandeja nuestras propias conclusiones sobre quién es el “enemigo”, un “enemigo” que ha llegado a decir que el virus se escapó “por descuido”. ¿Por descuido? Ya…

     Todo esto es la versión oficial, los negacionistas como usted y como yo no nos estamos inventando nada, no estamos incitando al odio ni a la represalia. No obstante, habrá mucha gente que nos tache de locos terraplanistas y mileranistas. Vale. Les voy a hacer la siguiente pregunta:

     -¿Ustedes creen que todo esto es casual?

     Si su respuesta es:

     -Bueno, yo creo que algo hay detrás de todo esto…

     entonces usted también es un negacionista (no me lo niegue) porque está usted negando la versión oficial y su famoso titular: “el virus era impredecible y se propagó por descuido”.

     Bien es cierto que la humanidad siempre ha sufrido pandemias, epidemias, enfermedades, plagas, etcétera… Pero, por la misma regla de tres, también hemos visto a lo largo de los siglos a mucha gente con poder manipulando la información, sometiendo a la población a base de mentiras, a base de miedo. Nuestros tiempos no son una excepción a esto último, y cuesta creer que en nuestros tiempos una pandemia sea igual de impredecible e incontrolable que en 1920, y que en 1820, y que en 1720, y en tiempos del Imperio Romano. Se está hablando mucho de la pandemia de 1920, con el argumento de que, como ya hubo una pandemia hace cien años, pues, claro, es normal que ahora se produzca otra. Pero la peste de 1920 vino precedida de la Primera Guerra Mundial, la cual dejó unas lamentables condiciones de vida y una deficiente situación sanitaria en gran parte de Europa, lo que provocó la rápida expansión de todo tipo de enfermedades. Estamos en el año 2020 y nuestros saludables Estados del Bienestar deberían haber impedido cualquier tipo de enfermedad masiva, incluidas aquéllas que surgen “por descuido”.

     Y, en este punto, con la ciencia hemos topado. Los negacionistas de verdad, como usted y como yo, no negamos la ciencia, faltaría más. Lo que negamos es “La Ciencia”, con mayúsculas y entrecomillada, esa “Ciencia” con la que se llenan la boca algunas autoridades sanitarias. Hay gente con la cara más dura que el hormigón armado, y luego está el presidente de la OMS, que tiene otro nivel de cara dura. Al Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus le hemos oído decir lo siguiente, siempre sentado en su silla tribunicia y con un relajante fondo azul celeste:

     “Ésta es una terrible pandemia que afecta a toda la humanidad”.

     “El uso de mascarillas es recomendable”.

     “El uso de mascarillas es obligatorio”.

     “Los efectos del COVID-19 serán devastadores. Tenemos que estar preparados”.

     “No habrá solución hasta que tengamos vacuna”.

     “Hay que lavarse bien las manos”

     Y no sigo. Por cierto, yo ya me lavaba bien las manos antes de todo esto.

     Los negacionistas como usted y como yo no negamos las evidencias científicas, evidentemente: se ha creado un virus mortal, que provoca una neumonía mortal, que se propaga de forma aún no bien conocida, y para el que aún no existe vacuna. Punto. La población debe utilizar mascarillas homologadas y limpias, debe evitar contacto físico, debe guardar distancia interpersonal, y debe evitar reuniones y aglomeraciones. Punto.

     Sin embargo, tanto el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus como todos los medios de comunicación, todos sin excepción, se empeñan diariamente en mostrarnos “Las Evidencias Científicas”, una y otra vez, una y otra vez, y para eso recurren a todas horas a todo tipo de epidemiólogos, virólogos, neumólogos, expertos, profesores de universidades, periodistas especializados, escritores del establishment, analistas políticos, tertulianos, chamanes, bruxas, santeiros, echadoras de cartas, y decidoras de verdad. No hacen falta tantas alforjas: “Las Evidencias Científicas” ya están más que claras, no insistan. Excusatio non petita… Lamentablemente, estarán ustedes de acuerdo conmigo en que “La Ciencia” también se puede manipular por sinvergüenzas como el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus & Friends, quienes han convertido “La Ciencia” en algo capaz de afirmar una cosa hoy y la contraria mañana.

     Estamos ante una de crisis de credibilidad. Nadie ni nada tiene credibilidad actualmente. Los políticos, los medios de comunicación, y los periodistas de la legua, se han ganado a pulso que los negacionistas de verdad como usted y como yo, no nos creamos absolutamente nada de lo que dicen. Y es debido a esa ausencia diaria de credibilidad y a ese alarmismo en busca de audiencia televisiva, por lo que han surgido todo tipo de negacionistas, y, a su vez, gente que niega a los negacionistas y se convierten también en negacionistas, y así sucesivamente. No lo olvide: usted puede ser un negacionista sin saberlo. Un negacionista del negacionismo.

     Los negacionistas de verdad, como usted y como yo, somos unos ciudadanos obedientes, pasamos desapercibidos, no queremos líos. Si acaso, somos un poco rebeldes, un poco malditos. Ahora bien, todo tiene su límite: los negacionistas de verdad, como usted y como yo, nos negamos a repetir como loros las consignas que vomitan incesantemente los medios de comunicación y los políticos; nos negamos a creer que la OMS sirve para algo; nos negamos a creer las cifras diarias de muertos y contagiados; nos negamos a que nos insulten y a que nos llamen pesados, paranoicos, y “conspiranoicos”; nos negamos a considerar que las mascarillas han venido para quedarse y que ya son un complemento de ropa más, como una bufanda o una corbata o un pañuelo o una pulsera. Pero, sobre todo, nos negamos a saludarnos hoy con el codo, mañana con el puño en el corazón, y pasado mañana juntando las yemas de los dedos e inclinando la cabeza con sumisión.

     Al principio vinieron a por los ancianos y a por los más débiles, pero como yo no era anciano ni débil no me preocupé. Después vinieron a por los jóvenes y adolescentes, pero como yo no era joven ni adolescente no me preocupé. Posteriormente vinieron a por los niños en sus colegios, pero como yo no era niño no me preocupé. Al final vinieron a por los sanos llamándoles “asintomáticos”, pero como yo no era “asintomático” no me preocupé.

     No, no se trata de una conspiración, qué va... Pero cuando vengáis a por mí, aquí os espero.







2 comentarios:

CIUDADANO JORGE

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